En el apartamento de al lado del edificio donde vivimos mi esposa y yo, hay una persona a la que llaman "el molesto" y a la que nadie en el vecindario quiere mirar. Siempre grita a gran volumen por su teléfono móvil y vaga por toda la zona común, y yo, débil, vivo en una postura que no está maldecida por Dios. Un día, parece que la esposa de él, que curiosamente este año es una funcionaria, se vio obligada a ir al departamento del vecino sola durante el día para gestionar los gastos de administración.
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