Ese verano, mientras estudiaba, Linh era una estudiante de último año, inteligente, reservada pero siempre destacando por su madurez más allá de su edad. En clase, solía estar sentada cerca de la ventana, donde la luz del sol siempre entraba cada mañana. El profesor Phong era el maestro de matemáticas, joven y dedicado. Su severidad exterior no podía ocultar la calidez en su mirada cada vez que enseñaba. Linh era la alumna que más le preocupaba, aunque él mismo no sabía desde cuándo. Con el examen de graduación acercándose, Linh solía quedarse tarde en clase para preguntar sobre el contenido. Esas sesiones de estudio en ese espacio tranquilo hicieron que la distancia entre ellos se desvaneciera gradualmente. Un ligero toque de mano, una mirada que se detenía más de lo habitual... todo esto generaba una sensación difícil de describir. Esto no es una historia de amor romántica como las que se ven en las películas para adultos, donde todo llega rápido y es superficial. Entre ellos hay emociones reales, una lucha entre la razón y el corazón. Él comprende que esta frontera no es fácil de cruzar. Linh también entiende que ese sentimiento no será fácil de aceptar. Sin embargo, a veces, el amor proviene de cosas simples: una mirada comprensiva, un asentimiento reconfortante en el día de la despedida de fin de año. Esa historia puede que nunca tenga un nombre, pero siempre será un recuerdo grabado en el último verano de la juventud estudiantil.